1.- EVOLUCIÓN Y FUNCIONAMIENTO DEL SISTEMA POLÍTICO DE LA RESTAURACIÓN
Durante el Sexenio revolucionario los partidarios de la dinastía borbónica prepararon la Restauración, que se vio facilitada por la abdicación de Isabel II en su hijo Alfonso (1870). Canovas del Castillo, jefe del partido alfonsino, se esforzó en crear un estado de opinión favorable a la proclamación del príncipe.
1.1.- EL MANIFIESTO DE SANDHURST
En 1874, mientras Serrano busca la estabilidad del país, se producen dos hechos transcendentes:
· Cánovas prepara la restauración monárquica constitucional, creando el partido alfonsino (con los liberales conservadores) y presionando a Isabel II para que abdique en su hijo Alfonso XII. Éste publica el Manifiesto de Sandhurst (academia militar inglesa, donde Alfonso se preparaba), donde promete la citada restauración, democrática, católica y sin represalias.
· A la vez que Cánovas prepara la transición pacífica, el general Martínez Campos se pronuncia en Sagunto a favor de la monarquía alfonsina, sin oposición. Cánovas asume la Regencia.
1.2.- LAS FUERZAS SOCIALES ANTE LA RESTAURACIÓN
Cánovas recibió el apoyo de sectores de población bien definidos, como fueron los siguientes:
- Tanto la alta burguesía (enriquecida con los negocios del ferrocarril y la compra-venta de tierras), como la vieja aristocracia, reciben con agrado al nuevo régimen porque habían visto peligrar sus patrimonios durante el Sexenio. Les interesa la estabilidad política que favorecía sus negocios.
- El ejército se transformó durante el Sexenio, debido al desorden que imperaba en las calles y a la ruptura de la unidad nacional que fomentaban los federalistas y cantonalistas. Deja su tradicional postura progresista y se refugia en el apoliticismo, buscando la defensa del Estado, centrándose en la unidad nacional y el orden público. Cánovas quiere eliminar los pronunciamientos, concediendo autonomía al ejército y reservando cargos en el Senado para los altos mandos.
- La Iglesia evolucionó desde el descontento inicial, producido por la aprobación de la libertad de cultos, hasta el total apoyo al sistema: sobre todo cuando Cánovas realiza concesiones como el establecimiento de la confesionalidad del Estado, el reconocimiento de privilegios y derechos especiales. También le reservó un asiento en el Senado. Pero esa postura aceleró el anticlericalismo de amplios sectores de la población, caso de la izquierda y las clases menos pudientes.
- Los grupos de la clase media que aceptaron el sistema fueron aquellos que, al integrarse, se vieron favorecidos por el sistema. El centralismo necesitaba un gran número de funcionarios, pero el problema más grave que tenían éstos es que sólo trabajaban mientras su opción política gobernaba (eran los llamados cesantes, que se turnaban en los cargos, como los políticos…).
Otros rechazaron claramente la Restauración, o la aceptaron con sumisión:
- Fue el caso del campesinado, damnificado por las desamortizaciones y otras causas. Muy pobre.
- O los intelectuales y la pequeña burguesía, que fueron los protagonistas de la Gloriosa y el Sexenio. Practican la crítica.
- También el proletariado urbano, escaso aún y con duras condiciones de vida, que cuestionaba el sistema y el propio orden a través de ideas socialistas y anarquistas que comenzaron a propagarse.
1. 3.- La CONSTITUCIÓN de 1876
Cánovas propuso una Constitución integradora, que permitiese gobernar a liberales y moderados. Se hizo al margen de las Cortes, con ex-senadores y ex-diputados monárquicos. Integrando ideas de la moderada de 1845 con otras de la de 1869 (que imponían los liberales), y perdurando hasta 1931. Fue aprobada por unas Cortes elegidas por el sufragio universal aún vigente, siendo legitimada.
. Defiende la soberanía compartida entre el Rey y las Cortes (1845), alegando que este concepto ya se había acuñado en las Cortes medievales, y no con el liberalismo.
. Establece los derechos y deberes (1869): inviolabilidad de la persona, de correspondencia, del domicilio, libertad de expresión, reunión y asociación. Pero los gobernantes podían cambiarlos.
. En el aspecto religioso, se produce un retroceso respecto a la de 1869: la libertad queda reducida a tolerancia, mientras el Estado se proclama confesional y mantiene el culto católico.
. Respecto a la división de poderes, hay un predominio ejecutivo del Rey (su persona era indiscutible, sagrada e inviolable), que nombraba a los ministros (sobre los que recaía toda la responsabilidad…) en confianza de las Cortes. El legislativo era compartido entre el Rey y las Cortes bicamerales. El judicial fue muy ambiguo, pues los Tribunales juzgaban en nombre del Rey.
El Senado era oligárquico, con senadores por derecho propio (Grandes de España y altos cargos de la administración, Ejército y la Iglesia), otros nombrados por el Rey y algunos elegidos.
El Congreso se elegía por cinco años, con un diputado por cada 50.000 habitantes (como la de 1845). El sufragio era directo y censitario, pero en 1890 se estableció su universalidad para varones mayores de 25 años. El cargo de parlamentario no estaba retribuido, por lo que sólo podían dedicarse a la política los que poseían medios económicos propios suficientes…
1.4.- EL CACIQUISMO
Fue el rasgo político más característico del nuevo régimen: un fenómeno que, aunque ya existía con anterioridad a 1876, ahora se perfila como un instrumento de poder del nuevo régimen.
Es una forma de pervivencia feudal donde la oligarquía rural (terratenientes o similares), convertidos en caciques locales, organiza las elecciones y controla sus resultados en beneficio del poder mediante tres sistemas: coacción a los campesinos (que dependían económica o laboralmente de él), manipulación del proceso electoral (pucherazo, o compra de votos) y concesión de favores. Debido a este tipo de relación y la formación de clientelas favorecidas por el cacique, la implantación del sufragio universal masculino no supuso la existencia de una democracia. El sistema de la Restauración favoreció la realización de consultas electorales, pero la voluntad de los electores no se expresaba de forma libre y directa sino que estaba sometida a procesos de manipulación y fraude.
El cacique se definía por los siguientes rasgos:
Era el jefe local del partido político, que controlaba un área electoral determinada
Su poder se basaba en el control de la administración del estado
Podía hacer uso no legal de las instancias estatales a favor de sus amigos y en contra de sus enemigos políticos
Actuaba a nivel local y comarcal, y, a lo sumo, provincial
Era un intermediario entre el Estado y su comunidad, aceptado por ambos. Tenía que convencer de una parte al Estado de que sin su intervención la comunidad podría revelarse y, por otra parte, a la comunidad de sus grandes influencias en el Estado
Los caciques intercambiaban con sus clientes votos por favores, de modo que compensaban el apoyo electoral con la entrega de cargos y prebendas, la realización de obras públicas, las recomendaciones, etc.
Es indudable que el caciquismo nació se prolongó e intensificó a causa de la ignorancia política y de la apatía del electorado español, mezcladas con el predominio de las familias de grandes propietarios locales deseosos de mantener por cualquier medio los “legítimos intereses de la propiedad” y con la manipulación de los gobiernos municipal y provincial subordinados a los intereses de los partidos. En la ciudad, la aristocracia había conservado su clientela urbana mediante la caridad y el favoritismo, repartiendo mercedes entre las familias de los votantes cuyas necesidades conocían. Estos caciques eran populares también por la malversación de fondos públicos para fines privados en una red impenetrable de corrupción e influencias. El precio que pagó España por sus sistema electoral fue una administración ineficaz y una justicia movida por las influencias
El Ministro de la Gobernación formaba el encasillado (lista de diputados que debían ser votados). Los Gobernadores y alcaldes se encargaban de que fueran elegidos. Y el partido designado obtenía la mayoría sin ningún problema (con aspecto de legalidad…).
Un pacto entre los partidos dinásticos garantizaba el turno en el poder sin necesidad de lucha real, a pesar de la apariencia. Y, como no existía un electorado independiente, las autoridades podían intervenir sin obstáculos. El cambio de gobierno no se llegaba a realizar tras las elecciones, sino que era el Rey el que entregaba el poder a uno u otro de los partidos alternantes.
1. 5.- LOS PARTIDOS POLÍTICOS
Los partidos en el poder
Imitaron el modelo inglés, basado en la alternancia de dos partidos; pero allí funcionaba sin fraude. Las elecciones eran un trámite para legitimar el poder, pues se basaban en el turnismo.
Los dos partidos se diferenciaban de los actuales en que estaban integrados por la burguesía, aristocracia y profesionales (médicos, abogados…), que lo utilizaban como medio de ascenso social:
Conservador: surgió del partido alfonsino de Cánovas, con antiguos moderados y unionistas. Estaba bien estructurado y cohesionado; y, aunque Cánovas tuvo que hacer concesiones a los que defendían la Constitución de 1845 (como la disolución del matrimonio civil), realizó una labor integradora con la oposición.
Liberal: llamado fusionista, nace de la oposición moderada (monárquicos constitucionalistas) a través de antiguos progresistas, constitucionalistas (de Serrano y Sagasta), radicales (de Ruiz Zorrilla, que luego dimite y se hace republicano), republicanos moderados (como Castelar), etc. Su líder fue Sagasta.
Las fuerzas de oposición
Los republicanos: era la única oposición al principio, con predominio urbano y de intelectuales, pero nunca fue mayoritario. Proponían medidas reformistas: jurados, ayudas a los agricultores, cooperativas, reducción de la jornada laboral, etc. Se fragmentó en varios grupos:
- El Radical del exiliado Ruiz Zorrilla, que pretendía derrocar el régimen conspirando una y otra vez, sublevando guarniciones, etc. Sus intentonas fracasaron siempre.
- La Unión Republicana, dirigida por Salmerón y escindida del anterior. Agrupaba en sus filas a intelectuales, sobre todo de la Institución Libre de Enseñanza (ILE).
- El Federalista, de Pi y Margall, muy desunido por la forma de concretar la federación.
- El Partido Posibilista de Castelar: el más moderado, que acabó dentro del Liberal de Sagasta. Defendía la autoridad y el orden por encima de todo.
Los grupos obreros: tras la fundación en París de la Internacional Obrera, surgen dos corrientes:
- Los anarquistas: la Ley de Asociaciones de 1887 les permite actuar legalmente. Pero un año después se disuelve, por lo que se desarrolla el terrorismo anarquista individual.
Las ideas más difundidas fueron las de Bakunin, que proponía la colectivización total (excepto el fruto del trabajo); y las de Kropotkin (comunismo libertario), con una colectivización absoluta.
También hubo diferencias en los métodos propuestos para cambiar la sociedad: los que preferían el terrorismo (a pesar de que el anarquismo era pacifista, pero se producen acciones individuales como venganza por diversas causas), dando origen a múltiples atentados (incluyendo el asesinato de Cánovas), o los que defendían la huelga o la educación de masas (prensa o alfabetización).
- Socialistas: el Partido Democrático Socialista Obrero Español se fundó en 1879 y se legalizó diez años después (tras la aprobación de la Ley de Asociaciones en 1887). Fundado por el tipógrafo Pablo Iglesias, su órgano de difusión fue el periódico El Socialista (1886) y su sindicato la UGT (que nace en Barcelona en 1888).
Su programa defiende la emancipación de los obreros, la abolición de clases, transformación de la propiedad individual en social y control del poder político por los trabajadores. Acepta la Restauración como mal menor, hasta la llegada de un momento propicio para la gran revolución…
Según directrices de la II Internacional, celebran el 1º de mayo con manifestaciones y concentraciones que habrían de influir en la toma de conciencia del mundo obrero.
El PSOE obtuvo escasos éxitos al principio. Pero el desastre de 1898 le favoreció, ya que se opuso al reclutamiento y a la guerra colonial (tachada de imperialista y antisocial): a partir de ahí obtiene sus primeros representantes.
- Sindicalismo católico: en esta época comienza también la acción social católica, según las normas del papa León XIII, que en su encíclica Rerum Novarum denuncia la teoría marxista, hacía una suave crítica al capitalismo, animaba a la participación activa en los procesos políticos y la formación de agrupaciones que buscaran mejores condiciones de vida para los obreros según el mensaje del Evangelio. Así, se crean los Círculos Obreros Católicos
1.6.- POLÍTICA DEL GOBIERNO CONSERVADOR
Gobernaron en diversas fases de esa época, y su acción política se orientó hacia estas cuestiones:
- Fin de la Guerra Carlista: el propio rey dirige la campaña militar (lo que le dio prestigio).
- Pacificación de Cuba: Martínez Campos firma en 1878 la Paz de Zanjón, con amplia amnistía, ciertos derechos y fin de la esclavitud. Lo que fue considerado excesivo para algunos e insuficiente para los que deseaban la independencia. Fue un arreglo tardío.
- La cuestión universitaria: se restablece la obligatoriedad de la enseñanza católica, en contra de la libertad de cátedra y de enseñanza impuesta en 1868, apoyada por los catedráticos republicanos (que se rebelan y son expulsados o desterrados). Por eso funda Fº. Giner de los Ríos la Institución de Libre Enseñanza, que lleva a cabo una reforma pedagógica, funcionando como universidad paralela.
- Política con la Iglesia: no recuperó su pasada economía, pero Cánovas le concede privilegios como el monopolio de la educación. Generalmente, la Iglesia atendió a las clases medias y altas, pero descuidó la labor social entre las más bajas (con excepciones, como es lógico). Lo que fue criticado por la izquierda, sobre todo cuando el Papa León XIII acepta el liberalismo.
- La prensa: Cánovas censuró la prensa bastante. Pero desde 1879, cuando se promulga una Ley de Prensa algo aperturista, permite la creación de nuevos periódicos nacionales y regionales.
- Se hizo un pacto con el ejército: se le dio autonomía en temas coloniales y mantenimiento del orden social, a cambio de que no interviniera en la vida política. Pero las represiones que efectuaron a veces y la pérdida de las colonias le crearon muchas críticas y desprestigio.
- En política social, Cánovas hizo poco por los obreros. Aunque después introdujo algunas mejoras.
- Y, en política exterior, también hubo escasa actividad: pues prefirió consolidar el interior. Aunque buscó el apoyo de la Alemania de Bismarck por el conflicto que teníamos con Francia (por el tema de Marruecos), y pactó con Inglaterra (por la cuestión de Gibraltar).
1.7.- POLÍTICA DEL GOBIERNO LIBERAL
Tendrá mayor protagonismo tras la muerte de Alfonso XII (1885). Sus actos se concretaron en:
- Aperturismo intelectual y amnistía, aunque exigía respetar la Constitución.
- Un sector del liberalismo (incluyendo a Sagasta) y de la masonería se enfrentó a la Iglesia, porque ésta rechazaba su doctrina (hasta el nombramiento del papa León XIII).
- Sagasta promulgó la Ley de Prensa de 1883, con total libertad de imprenta. Por lo que aparecen grandes diarios (como La Vanguardia) y crecen otros ya existentes (como El Imparcial y La Época).
- Política militar: reforman el ejército, implantan el servicio militar obligatorio (sin exenciones con dinero), fundan la Academia Militar de Toledo para la formación militar (que hasta entonces escaseaba) y modifican los criterios de ascenso (para evitar amiguismos…).
- En política social, hubo un destacado avance: la Ley de Reuniones (1881) y la de Asociaciones (1887) permiten el ejercicio de los derechos fundamentales constitucionales; crece la preocupación por los trabajadores, creando la Comisión de Reformas Sociales (1883), que redacta las primeras leyes sobre accidentes laborales, el trabajo de mujeres y niños, sanidad, educación, etc. También se aprueba otras leyes sociales, como la del Sufragio Universal (1890) y la Ley del Jurado.
- En política económica, la crisis agraria modifica algunos postulados librecambistas tradicionales del partido, rebajando los impuestos y protegiendo el comercio y la producción de cereales.
2.-LA OPOSICIÓN: REGIONALISMO, NACIONALISMO Y REPUBLICANISMO
Ya hemos hablado de los partidos que se oponían al sistema de la restauración al hablar de los partidos políticos, pero es preciso insistir en que a fines del s. XIX surgen movimientos de tendencia nacionalista en la periferia de la Península, que defienden ciertos derechos históricos y los intereses de algunos colectivos regionales, y que sustituyen a las reivindicaciones anticentralistas que hasta entonces hubo: caso del carlismo o el republicanismo federal, que se habían desprestigiado ellos mismos.
2.1.- EL NACIONALISMO CATALÁN
Tuvo tres antecedentes: las ideas forales carlistas, el republicanismo federalista de Pi y Margall y el desarrollo de la burguesía industrial de la mitad del s. XIX, preocupada por la defensa de la cultura y lengua catalana, que confluyeron en un movimiento denominado Renaixença.
El catalanismo se politiza con Valentí Almirall, fundador del Diari Català y del Centre Català, que defendía los intereses morales, materiales y culturales de Cataluña. También, la Lliga de Catalunya pide la creación de Cortes catalanas, poder ejecutivo y jueces propios, lengua oficial, etc.
En 1891 nace la Unió Catalanista, que intentaba unificar a todos los sectores. Fruto de ello son las Bases de Manresa, redactadas por Prat de la Riba, donde se reflejaban las propuestas de la Lliga (futuro programa autonómico); aunque no se establecía el mecanismos de implantación, por lo que ni la burguesía industrial ni las clases populares se sintieron muy identificados con dicho programa.
Se aprovechó la crisis de 1898 para pedir a la regente la implantación de autonomía administrativa para Cataluña (NO independencia), por lo que fue aceptada por la burguesía catalana.
En 1901 se crea el primer partido catalán, la Lliga Regionalista, para participar en las elecciones. En principio se trataba de un partido interclasista y regionalista, y sus líderes fueron Prat dela Riba y Cambó. Controlan el parlamentarismo regional y el reconocimiento de las peculiaridades catalanas.
2.2.- NACIONALISMO VASCO
La Constitución de 1876 ponía fin a las exenciones fiscales y militares de las que había disfrutado el País Vasco, lo que molestó a algunos sectores sociales, que acabaron convergiendo en torno al ideario nacionalista de Sabino Arana.
En este nacionalismo hay que tener en cuenta dos aspectos: el marco político tradicional de la zona, con protagonismo de las instituciones forales, defendido ya por los carlistas; y la amenaza que el desarrollo industrial había supuesto para el mundo tradicional vasco, antes agropecuario.
La supresión de los fueros impulsó la aparición de un movimiento que aspiraba a la unión política de todos los vascos y a la autonomía de la zona, revitalizando el vasco como lengua culta.
El líder fue Sabino Arana, que defendía la superioridad de la raza vasca, costumbres y tradiciones, el catolicismo, antiespañolismo y la independencia. Acuñó el término Euskadi, para designar a la patria común vasca. Pero su antimaketismo (contra la inmigración, a la que culpaba de los males de la sociedad vasca) era claramente racista, y el separatismo molestaba a la burguesía vasca, por lo que se vio obligado a moderar algo su discurso.
La primera asociación que crea (1893) para llevar a cabo su proyecto fue el Bizkai-Buru-Batzar, futuro embrión del Partido Nacionalista Vasco (actual PNV).
2.3.- NACIONALISMO GALLEGO
En Galicia, el movimiento regionalista fue más cultural y lingüístico que político, y ya aparece esa ideología en la obra El Regionalismo de Alfredo Braña (muy alejada del separatismo).
2.4 EL REPUBLICANISMO
Los principales partidos republicanos, en el período que estamos considerando, fueron el progresista de Manuel Ruiz Zorrilla y el federal de Francisco Pi y Margall; además estaban el partido posibilista de Emilio Castelar, que se disolvió a comienzos de los años 90, y el centralista de Nicolás Salmerón, surgido en las mismas fechas. El partido progresista era el único que confiaba en el recurso al Ejército para alcanzar el poder, procedimiento que los demás rechazaban al contar exclusivamente con medios civiles y democráticos (no obstante, entre las masas republicanas, especialmente entre los federales, pervivió durante largo tiempo la esperanza en una sublevación popular semejante a las fracasadas del sexenio); el partido federal era el único que defendía el principio que les daba nombre como piedra angular de la organización del Estado, frente a los otros partidos, defensores de la República unitaria; el partido posibilista era el más conservador, al acentuar la necesidad de orden y autoridad en la sociedad española; en el partido centralista era especialmente abundante la presencia de intelectuales vinculados a la Institución Libre de Enseñanza.
Ninguno de ellos se cuestionaba los fundamentos del orden económico. Frente al problema social proponían diversas medidas reformistas como el fomento del cooperativismo, la constitución de jurados mixtos, la concesión de créditos baratos a los campesinos o el reparto de algunas tierras, y, en algunos casos, medidas intervencionistas por parte del Estado, como la reducción por ley de la jornada de trabajo o la reglamentación de las condiciones en que éste se realizaba. Todos eran partidos interclasistas; sin embargo, en el posibilista era mayor la presencia de elementos de las clases medias acomodadas e, incluso, de la elite comercial y financiera, mientras que el partido federal era el que contaba con mayor arraigo entre las clases populares.
Su implantación fue fundamentalmente urbana. La organización de los partidos republicanos era variada y compleja, a medio camino entre los partidos de notables y los partidos de masas. Como en aquellos, el comité era su base fundamental. En los partidos más elitistas -el posibilista y el centralista- la organización quedaba reducida a estos comités, generalmente muy personalizados. Pero los partidos con mayor implantación popular -el progresista y el federal- disponían de otros moldes como los subcomités o las juntas de barrio, en los que trataban de integrar a sus componentes, y promovieron iniciativas como Ateneos populares o Cooperativas para intensificar la vida societaria.
Un elemento importante en la organización republicana eran los Casinos. La prensa fue, probablemente, el medio más importante de presencia republicana en la sociedad.
En cuanto a su evolución, la llamada al poder del partido fusionista, en 1881, fue el gran revulsivo de la vida política. Suponía, por parte de la monarquía, una verdadera voluntad de integración de todos los que estuvieran dispuestos a aceptar la Constitución de 1876, cualquiera que fuese su pasado y sus antecedentes revolucionarios.
En las elecciones de 1893, los republicanos, unidos, consiguieron la mayor de sus victorias morales de la década, al obtener 45 diputados, aunque 13 de ellos eran posibilistas, en una relativa indeterminación entre el partido liberal y la militancia republicana.
3.- EL ARRANQUE Y LOS AVANCES DEL MOVIMIENTO OBRERO
Sobre el año 1868, en la época de la revolución burguesa y en la época de la república federal de los años 1873-1874, nació el movimiento obrero español, el primer movimiento revolucionario de la clase obrera española. La Primera Internacional (1864) se organizó en España a través de la AIDS (Alianza Internacional de la Democracia Socialista). Así pues, el movimiento obrero español contó con una preponderancia de los sectores anarquistas, frente a la preponderancia socialista de la mayor parte de Europa.
La principal característica de este movimiento sería la defensa de la "ausencia de restricción" y de la libertad total de los grupos locales. Sus planteamientos se resumen en la fórmula "anarquía política, ateísmo religioso, socialismo-colectivismo en economía". En definitiva se definen como partidarios de la "acción revolucionaria directa" y como abiertamente "antielectorales". Además, muchos anarquistas empezaron a defender el terrorismo individual como "excitante, con mucha razón, revolucionario".
En 1870 la Federación Regional Española de la Internacional de trabajadores contaba con 30.000 sindicalistas. Influencia en ella, en el este y en el sur, de la Alianza Internacional de la Democracia Socialista, grupo que consiguió a la larga el dominio de la Federación, imponiéndose en el congreso de Barcelona de ese mismo año el programa anarquista: abstenerse de la actividad política (no crear partido obrero y no votar) y la defensa de la "acción directa". Mientras, el marxismo defendía la necesidad de una democracia obrera organizada y centralizada, y para llegar a ella defendía la necesidad de un partido político obrero.
La ruptura entre Marx y Bakunin se produjo en 1872, quedando la Federación Española alineada con el segundo, sin haber creado por tanto ningún partido obrero, lo que se suplía con las consignas antielectorales o con el apoyo puntual a los republicanismo federal. Mientras tanto, el minoritario grupo marxista trató de llenar ese vacío con la creación del partido obrero PSOE en 1879 y del sindicato de clase obrera UGT en 1888.
3.1.-Anarquistas: grupo mayoritario en España. Tras la ley de Asociaciones de 1881, aprobada por el gobierno liberal de Sagasta, se lanzaron a una intensa actividad organizativa y de luchas sociales. En 1881 nació la Federacion de Trabajadores de la Región Española. En la que destacó Anselmo Lorenzo, uno de los principales líderes de los inicios del movimiento anarquista.
A partir de 1901 diversos grupos se organizaron en torno a la publicación “Solidaridad Obrera”. Finalmente en el Congreso en Barcelona (1910), nació la Confederación Nacional del Trabajo, la CNT, el mayor sindicato español con gran fuerza entre los obreros agrícolas andaluces y los obreros industriales catalanes.
Los anarquistas defendieron una ideología colectivista, libertaria, apolítica, anticlerical y revolucionaria.
3.2.- Socialistas: minoritarios en nuestro país. Todavía de forma clandestina, en 1879 nació en Madrid el Partido Socialista Obrero España, PSOE, con Pablo Iglesias como principal figura. En 1888, el PSOE celebró su primer congreso y se fundó la Unión General de Trabajadores, la UGT, sindicato socialista.
Opuestos a los anarquistas, los socialistas mantuvieron una ideología colectivista, anticlerical y antiburguesa, pero más moderada que la de la otra gran corriente del movimiento obrero español. Partidarios de la lucha política, Pablo Iglesias fue elegido diputado en 1910.
4.- EL PENSAMIENTO REGENERACIONISTA
Se llama Regeneracionismo al movimiento intelectual que entre los siglos XIX y XX medita objetiva y científicamente sobre las causas de la decadencia de España como nación. Conviene, sin embargo, diferenciarlo de la Generación del 98, con la que se le suele confundir, ya que, si bien ambos movimientos expresan el mismo juicio pesimista sobre España, los regeneracionistas lo hacen de una forma objetiva, documentada y científica, mientras que la Generación de 1898 lo hace en forma más literaria, subjetiva y artística.
La palabra regeneración se encuentra ya a principio del siglo XIX y está tomada del léxico médico, como antónimo de corrupción, a fin de metaforizar una expectativa política. En realidad, es una nueva forma en la que se vierte la vieja preocupación patriótica por la decadencia del país, que se expresó en los siglos XVI y XVII a través de la obra de los arbitristas y en el siglo XVIII por medio de la Ilustración y el reformismo borbónico, a veces satirizado en la figura del llamado Proyectismo al que atacara José Cadalso en sus Cartas marruecas. Pero su desarrollo a fines del siglo XIX es una consecuencia directa de la crisis del sistema político fundado por Cánovas en la Restauración: la alternancia de partidos, que había proporcionado al país una ilusión de estabilidad y lo había librado de las Guerras carlistas, era ilusoria y se sostenía sobre la base de una gran corrupción política que impedía visualizar la efectiva miseria del pueblo y el mal reparto geográfico de una tardía revolución industrial, el caciquismo, el pucherazo electoral y el triunfo de una oligarquía económica y política, que habían relegado el papel motor de la burguesía a los reductos catalanes y vascos, adueñándose prácticamente de todo el suelo productivo del campo español mediante tramposas desamortizaciones que generaron improductivos latifundios, creando mano de obra barata en una extensa clase de jornaleros hambrientos.
Los intelectuales regeneracionistas trataban de forjar una nueva idea de España basada en la autenticidad, por lo que era esencial desenmascarar las imposturas de la falsa España oficial mediante la divulgación de sus estudios en revistas de amplia difusión. Los escritores del Regeneracionismo reaccionan contra la descomposición del sistema canovista publicando estudios y ensayos que denuncian esta situación, que llega a hacerse evidente con la derrota del técnicamente obsoleto ejército español en la guerra con Estados Unidos en 1898 y la pérdida de lo que quedaba del imperio colonial español (Cuba, Puerto Rico y las Islas Filipinas).
Joaquín Costa es el autor más importante de este movimiento y en cierto modo su líder.
6.- EL FIN DEL IMPERIO COLONIAL
6.1 La independencia de las colonias americanas
Guerra de Independencia Hispanoamericana (1809-1824) Luego de sucesivas insurrecciones a lo largo de toda la era colonial, la Guerra de Independencia Hispanoamericana comenzó a desencadenarse cuando las disputas por el trono entre el rey español Carlos IV y su hijo, el futuro Fernando VII, fueron aprovechadas por Napoleón para intervenir e imponer las llamadas «abdicaciones de Bayona» de 1808, por las cuales ambos renunciaron sucesivamente al trono de España en favor finalmente de José Bonaparte, luego de lo cual Fernando quedó cautivo. Pero la intervención francesa desencadenó un levantamiento popular conocido como Guerra de la Independencia Española (1808-1814) que trajo incertidumbre sobre cuál era la autoridad efectiva que gobernaba España.
Ante la ausencia de una autoridad cierta en España y el cautiverio de Fernando VII, los pueblos hispanoamericanos, muchas veces bajo la dirección de los criollos, comenzaron una serie de insurrecciones desconociendo a las autoridades coloniales
Las autoridades españolas en América y luego el rey Fernando VII al recuperar la corona española en 1814, negaron legitimidad a las juntas de autogobierno americanas y las reprimieron violentamente.
Los movimientos populares en las colonias españolas, inspirados por la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos, profundizaron las insurrecciones para enfrentarse abiertamente al rey español en una guerra de alcance continental con el objetivo de establecer repúblicas independientes. El primer país en declarar formalmente su independencia de España fue Paraguay, en 1811. En la Guerra de Independencia Hispanoamericana se destacaron Simón Bolívar y José de San Martín entre otros libertadores que condujeron los ejércitos independentistas que derrotaron definitivamente a las tropas españolas en la batalla de Ayacucho en 1824. Solo Cuba y Puerto Rico permanecieron bajo dominación colonial, pasando a ser controlados (la primera con una independencia mediatizada y la segunda como estado libre asociado) por los Estados Unidos en 1898.
A partir de 1811 y luego de complejos procesos políticos, las colonias españolas en América fueron desapareciendo para formar 17 naciones independientes: Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Chile, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela.
6.2.-DECADENCIA FINAL Y EL DESASTRE DEL 98 El expansionismo estadounidense en América comenzó a hacerse presente tanto sobre las recién independizadas repúblicas como sobre lo que quedaba del Imperio Español, siendo de destacar la compra de Florida a España por cinco millones de dólares en 1821.
En lo que quedó del Imperio, la Guerra de la Independencia fue seguida por una monarquía absoluta, una década ominosa, guerras civiles de sucesión, una breve república y finalmente una democracia liberal corrupta. En esta época destaca la labor de Leopoldo O'Donnell, artífice de la construcción del primer ferrocarril en España, la anexión de territorios marroquíes y la no reconocida de Saigón.
Las guerras y disputas entre progresistas, liberales y conservadores se hicieron frecuentes. Estos últimos se negaban a aceptar que el país tuviera un estatus bajo a escala internacional. La consecuencia fue una constante inestabilidad que retardó el desarrollo del país. Un breve periodo de mejora se produjo en la década de 1870 cuando Alfonso XII y sus ministros tuvieron cierto éxito en recobrar el vigor de la política y el prestigio españoles, en parte por haber aceptado la realidad de las circunstancias españolas y trabajar inteligentemente.
En el XIX, España se convirtió en un destino exótico, barato y relativamente confortable para la aventura entre la pomposa élite social de Francia e Inglaterra.
No obstante, España mantuvo el control de fragmentos de su imperio hasta el incremento del nivel de nacionalismo y de levantamientos anticolonialistas en varias zonas, que dieron lugar a la Guerra Hispano-estadounidense de 1898, cuando una débil España se enfrentó a un Estados Unidos mucho más fuerte que necesitaba nuevos mercados para seguir ampliando su ya fuerte economía.
El desencadenante de esta guerra fue el hundimiento del acorazado Maine, del que se culpó a España (tras una agresiva campaña de prensa de William Randolph Hearst). Las últimas investigaciones no han llegado a demostrar nada de forma concluyente: ni si fue un accidente o un sabotaje externo, ni quién sería el responsable, aún así existe la teoría de que fueron los propios americanos quienes provocaron el incendio en el Maine con el propósito de hundirlo, culpar a España y provocar una absurda guerra para apoderarse de las colonias españolas, eso sí autodefiniendose como defensores de los cubanos contra la tiranía española.
Guerra hispano-estadounidense. Esta guerra acabó con una humillante derrota española y la independencia de Cuba. En Filipinas, los independentistas también contaron con el apoyo estadounidense. España se vio forzada a pedir un armisticio, y se firmó el Tratado de París, por el cual se renunciaba definitivamente a Cuba y se cedían a EE.UU.: Filipinas, Puerto Rico y Guam. Esta serie de fracasos son conocidos como el Desastre del 98
La presencia de España en Cuba era muy importante para ciertos sectores sociales con intereses económicos: la burguesía catalana exportaba tejidos a la isla; de allí traíamos azúcar y tabaco, cuya venta ayudaba equilibrar la balanza de pagos, etc. Estados Unidos quiso comprar la isla a España, pero los políticos se negaron, pues creían que si abandonaban habría una crisis del sistema político.
El descontento cubano se repartía entre la explotación de la colonia y las restricciones del libre comercio de Cuba con los demás países americanos, especialmente USA. Eso explica el malestar entre criollos y terrateniente; algunos de los cuales, como José Martí, tuvieron que exiliarse. Fue éste, desde Nueva York, quien dará origen al movimiento de oposición (armado) a la metrópoli.
El gobierno de Sagasta reaccionó, concediendo una tímida Ley de Autonomía para la isla, pero ya era tarde. En 1895, tras el Grito de Baire, se produjo el definitivo levantamiento independentista. En ese año, los rebeldes hostigaron al ejército español que mandaba Martínez Campos; quien, ante su actitud blanda con los insurgentes, fue sustituido por Weyler; que, al mando de un gran ejército, se dispuso a exterminar a los revolucionarios, aun a costa de arruinar la isla.
Weyler obligó a emigrar a las ciudades a la población rural (“Orden de Concentración”), para que la guerrilla no encontrara apoyo; y dividió el territorio con líneas fortificadas, llamadas trochas. La superioridad de los españoles chocó con el conocimiento del terreno por parte de los cubanos y del material de guerra que enviaban los EEUU.
En la Península aumentó el malestar contra la guerra y, tras la muerte de Cánovas, Sagasta intenta solucionar el problema con la citada Ley de Autonomía (gobierno propio en cada isla, Cámara de representantes y los mismos derechos que los españoles) y la sustitución de Weyler por Blanco.
Pero, cuando esas medidas comenzaban a dar fruto, se produjo la entrada de Estados Unidos en la Guerra, tras la voladura del acorazado Maine en la Habana (de cuyo hundimiento nos culparon…). Aunque de nuevo intenta comprar la isla, con nuevo rechazo por parte de Madrid.
Poco después, en Filipinas se desarrolla un proceso semejante. La evidente inferioridad táctica y técnica de la escuadra española quedó de manifiesto en Cavite (Filipinas), donde fue aniquilada. Y algo parecido le ocurriría a Cervera en Santiago (Cuba), donde sus barcos fueron hundidos. Por lo que las tropas yanquis desembarcan en Puerto Rico y Cuba, adueñándose fácilmente de las islas.
El Tratado de París (1898) nos obligaba a abandonar esas dos islas, y a ceder la isla de Guam (la mayor de las Marianas) a USA como indemnización de guerra. Aunque los norteamericanos se avinieron a pagar 20 millones de dólares en compensación por Filipinas. Después vendimos el resto del imperio colonial (Palaos, Carolinas y resto de las Marianas) a Alemania.
Las pérdidas humanas se calcularon en más de 100.000 hombres, pero la mayoría de las muertes se produjeron a causa de enfermedades que, si no mataban, dejaban secuelas de por vida: fiebre amarilla, malaria o paludismo, dengue, tifus, etc. La economía se resintió con esta pérdida, que tanto bien causaba al comercio nacional. Y el ejército sufrió un gran desprestigio, a pesar del valor demostrados por algunos miembros a título personal.
lunes, 10 de septiembre de 2007
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